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Marta Crous-Bou, investigadora principal

13 febrero, 2019

“Cuando era pequeña, recuerdo que una de mis actividades favoritas era jugar en el jardín de casa de mi abuela a poner moscas, hormigas y todo tipo de insectos en vasos de plástico (con o sin agua) para poder miraros, tocarlos, contar cuántas patas o alas tenían, etc. Hubo incluso alguna que otra pobre mariposa que se quedó sin alas porque tenía la teoría de que, si te ponías el polvo de sus alas encima, ¡podrías volar como lo hacían ellas! Desgraciadamente, la hipótesis no se confirmó tras unos cuantos intentos… ¡Pero la curiosidad allí se quedó! Desde muy pronto tuve claro que quería ser veterinaria o bióloga como aquellos que veía en los documentales, como Jane Goodall, que estaban todo el día con animales. Más adelante, cambié la biología de bota (de campo) por la de bata (de laboratorio), que dicen en mi campo, y pensaba que mirando a las cosas pequeñas algún día haría un gran descubrimiento.

Ahora que han pasado los años, puedo decir que la ciencia me ha aportado de todo. Desde mucho esfuerzo, dedicación, sacrificios y más de una frustración, a experiencias muy gratificantes, muchas alegrías, aprendizajes y la posibilidad de conocer muchas personas muy interesantes que han tenido una influencia bestial en mi vida, tanto a nivel profesional como personal. En definitiva, lo que más me gusta de la ciencia es tener la sensación de que con mi trabajo hago alguna cosa para mejorar la vida de las personas, y especialmente, tener la oportunidad de contribuir a buscar soluciones cuando las personas están enfermas. Obviamente, no siempre es tan idílico, ¡pero pensar en esto es lo que me hace seguir motivada!”


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